Los discursos parlamentarios de Práxedes Mateo-Sagasta

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100142
Legislatura: 1887-1888
Sesión: 22 de diciembre de 1887
Cámara: Senado
Discurso / Réplica: Réplica al Sr. Marqués de Miravalles.
Número y páginas del Diario de Sesiones: 18, 353-354.
Tema: Contestación al discurso de la Corona.

El Sr. Presidente del Consejo de Ministros (Sagasta): Siento haberme explicado mal en asunto tan importante como aquél a que se refiere el señor Marqués de Miravalles, porque precisamente es uno de los puntos que yo quería haber expuesto con mayor claridad.

Los peligros que la Monarquía española ha atravesado no son debidos a ningún partido, pero nacieron de las circunstancias extraordinarias del momento, que S.S. no puede desconocer; circunstancias que no las ha habido iguales en nuestra historia. De manera que se trata de peligros que trajeron las circunstancias. Y que de este modo nacieron esos peligros es evidente, y se prueba por el recogimiento con que todos los partidos se condujeron y por el patriotismo [353] de que dieron clara muestra. Lejos, pues, de creer yo que el partido conservador pusiera dificultad alguna y trajera peligros, he hablado de su patriotismo, de su concurso, y hasta del patriotismo de los demás partidos, que reconocieron que las circunstancias eran difíciles, singulares, extraordinarias y peligrosas hasta el punto de que no se sabía quién sería el heredero de Don Alfonso XII. Fue aquélla una interinidad, una situación nunca vista entre nosotros; no hay época de la historia que se le iguale, y jamás ninguna Monarquía se ha encontrado en caso semejante. Si hasta en los países más normalizados, en los más firmes, esto hubiera traído sobresaltos y producido desasosiegos, ¿cómo no los había de ocasionar en un país tan perturbado como el nuestro y tan dado a revueltas y convulsiones? ¡Esto sería admirable!

Yo me alegro mucho de que ahora se desconozcan estos peligros que ha desconocido ahora también el mismo partido conservador, pero que confirmó que existían en aquel momento, porque entonces, cuando sucedió aquella gran desgracia, la única medida que se le ocurrió al partido conservador, fue la de declarar en estado de guerra todo el país. ¿Hizo esto por creer que no había peligro? (El Sr. Lasala: Se preparaba para mantener el orden público). Pues si se preparaba era ante los peligros, porque prepararse contra nada, no lo comprendo ni lo entenderá nadie. Y ved, Sres. Senadores, la diferencia: llega al Poder el partido liberal, y la primera medida que adopta, creyendo que la mayor fuerza que había que dar a la Monarquía en aquellas circunstancias extraordinarias era conquistar la confianza de la opinión pública, demostrar seguridad en ella y en la virtualidad de la institución monárquica; la primera medida que toma es la de levantar el estado de sitio. Por consiguiente, ¿cómo se puede negar la evidencia de los hechos? No cabe, no, negarla, porque sería lo mismo que negar la luz del sol. Pero, ¿hago yo responsable a nadie de esos peligros? No, porque ni siquiera a la Providencia, cuyos secretos designios sólo respeto merecen, fueron debidas las circunstancias extraordinarias porque entonces atravesó la Patria.

El segundo punto que ha tocado S.S. me parece bien, porque, a lo que yo entiendo, más que una contestación a mis palabras, son las de S.S. una advertencia para algunos de sus amigos, que han aplaudido hasta ponerla por las nubes, la conducta de nuestros amigos, creyendo que nos perjudicaban. (El Sr. Marqués de Miravalles: No es exacto). Jamás se han pronunciado en este sitio ditirambos más extraordinarios que los que, con motivo de los discursos pronunciados por el señor general Salamanca y el Sr. Duque de Tetuán, se han oído a SS. SS. en esta discusión del mensaje.

Son y han sido tantos los juicios benévolos que les han merecido esos discursos de nuestros dos amigos; los han colmado de tal manera de elogios, y de tal modo los han llenado de flores, que por esto creía yo que había producido en SS. SS. júbilo la conducta de estos amigos nuestros.

Y como es muy tarde y deseo que no prorrogue más la sesión, no teniendo otra cosa que contestar, me siento. [354]



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